TESTIMONIO DE INÉS

 

TESTIMONIO DE INÉS




Almería,  23 de Junio de 2022



    Yo no conocí al Padre Reina, ni estuve en los comienzos de esta Congregación. Pero afortunadamente el Señor quiso que se cruzaran en mi camino.
    Mi  historia  con  el  Padre  Reina comenzó,  como  muchas  familias  acercándome a  la Escuela Infantil. No tenía plaza y la hermana María Angustias me dio una estampa del Padre de Reina. Esa fue la primera vez que lo vi. Fue el comienzo de una amistad que con el tiempo se convertiría en unión tan grande como los lazos de sangre, como si fuera familia. A través de los niños comencé a conocer el Espíritu de las Siervas de los Pobres.
    Tres años después me diagnosticaban un terrible cáncer. Era marzo de 2020 la pandemia estaba en su punto más álgido. Yo me encontraba sola, enferma, con dos niños de 3 y 4 años y un marido que asumía el drama que se le venía encima, sin poder abandonar su trabajo. 
    En Madrid se cerraron las puertas de los colegios, centros de salud, de amigos por miedo lógico al contagio. España estaba sumida en un estado de alarma, pero la casa de Florencio García siempre estuvo abierta para nosotros. Poco a poco conocí, comprendí y me enamoré del mensaje de Padre Reina porque sus hijas fueron un fiel reflejo de su espíritu y de sus enseñanzas
    Yo era pobre. Pobre de salud, pobre de tiempo, pobre de compañía me faltaba de TODO y las hermanas sin miedo a nada se hicieron cargo de los niños mientras yo asistía a mis primeras sesiones de quimioterapia. 
    Como madres acogedoras, se adelantaban a mis necesidades y aún no había vuelto del hospital ya tenía la comida hecha para coger fuerzas. El mejor pescado siempre era para mí, el mejor trozo de carne...  para  mí.  Cualquier cosa  para  que  me  recuperara  pronto y  asumiera  la siguiente sesión  del tratamiento. 
    Cuidaron de mi familia, cuidaron de mí, pero lo más importante... cuidaron de mi alma. 
    En un momento tan difícil como el de enfrentarse a una dura enfermedad, siempre tuve al lado a mis hermanas. Me ayudaron a comprender que a pesar de las dificultades Dios estaba ahí. 
    No me falto JAMÁS, una palabra de cariño, de ánimo. La comunión diaria, las vísperas, la exposición al Santísimo. 
    Las hermanas hacían encaje de bolillos para que los ratitos que me acercaba a la capilla no me faltara de nada. 
    Después vinieron MUCHAS y cuando digo muchas son Muchas operaciones. Al Padre Reina lo llevábamos de cabeza. El diagnostico era complicado, pero el Padre Reina no me dejó sola ni un minuto. Yo le decía, con esas gafitas y esa carita de bueno que tienes... Hay que ver el poderío tienes ahí arriba. Así es como conocí al Padre Reina: A través de la vida de las 8 mujeres que el Señor quiso que me acompañaran  durante  mi  enfermedad.   
    Ellas….  y  todas vosotras: la  Congregación  me llevó  en volandas,  hermanas...  
    Gracias  porque  ustedes  me  lo  hicieron  TAN  fácil  con  su  oración  con  su sacrificio.     
    El mensaje del Padre Reina es un tesoro para la Iglesia, y nosotros hermanas y colaboradores tenemos la obligación de difundirlo.  Con nuestras vidas, como hicieron las hermanas conmigo pero también con oraciones para que lleguen nuevas generaciones a las que pasarle el testigo. 
    Termino con unas palabras del Padre Reina en una de sus cartas. "Mucho tenemos que orar y sacrificarnos para que esta nueva fundación responda a lo que el Corazón Divino tiene soñado de ella". 
    Hermanas, que soñemos... que soñemos con el Señor: Que el mensaje del padre Reina y el Sagrado Corazón de Jesús llegue a todos y cada uno de los rincones del mundo.

 

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